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La plenitud - Mica y Josi


Cuando se organiza una boda y surge la temida cuestión de la lluvia, es esta historia la que me encanta contar; una real, con novios reales, con mucha, muchísima lluvia de por medio y millones de anécdotas que hasta el día de hoy seguimos descubriendo. El 9 de diciembre del 2018 decidieron celebrar su unión Mica y Josi. Para ello eligieron un lugar soñado a orillas del rio Paraná. Una estancia hermosa, rodeada de naturaleza y quietud, que sin saberlo sería la mayor testigo de un acontecimiento extraordinario.




 


Todo comenzó muy temprano, amigos desayunando y preparando los detalles para el gran día. Sin embargo, mientras la mañana avanzaba, un cielo incierto amenazaba con arruinar todo lo que siempre habían soñado.


 







 


Josi, junto con sus amigos y familiares, recorría el lugar y definía cada mínima cuestión. Mica, por su parte, se preparaba frente a una ventana que le reflejaba quizás su más temido pronóstico.


 








 

Chistes de por medio, los más íntimos intentaban animar a la novia, pero fue en vano. Estaba preocupada, nerviosa, expectante. Y para colmo la tormenta no daba respiro, parecía haberse dilatado en el tiempo, como si la muy intrépida hubiese decidido detenerse a esperar y con ella dejar en suspenso y alerta los sentimientos de todos.


 








 

Pero cuando el reloj marcó las 13 la espera terminó. El primer encuentro del padre con su hija marcó el camino que todas las emociones irían a recorrer aquel día.


 








 

Después de dar su última oración como soltera, recibida por un show de truenos y relámpagos y al ritmo de Perfect de Ed Sheeran Mica caminó hacia el altar.


 








 

Los miedos fueron lentamente desapareciendo, el amor y la ternura invadieron el lugar hasta hacernos olvidar por un momento la temida tormenta, pero no porque ella hubiese dejado de estar allí, sino porque ahora nos había envuelto un torbellino mucho más poderoso, estábamos por presenciar un acontecimiento eterno.

No me animaría a decir que todos lloramos, no quisiera generalizar, pero estoy seguro de que sentimos la misma revolución de lágrimas, aquellas que sin permiso quieren salir al mundo, que nos toman por sorpresa y que nos recuerdan una vez más que hermoso es estar vivo. Yo por mi parte, no presenté resistencia. Con mis ojos empapados detrás de la cámara sonreía, porque encontrar hoy en día dos personas que se amaban con esa fuerza, con esa voluntad y que realmente están agradecidos, es un hecho de extrema singularidad que sin duda alguna merece ser celebrado.


 








 


Y hasta el cielo celebró, porque en el instante que la ceremonia culminó, las primeras gotas comenzaron a sentirse, como si aquella tormenta contenida hubiese al fin estallado en un llanto profundo sellando la unión que acababa de acontecer.


 








 

Las gotas se mezclaron con las lágrimas de quienes acompañábamos a los novios. Pero no, no había prisa, la gente no corría ni escapaba asustada, porque aquel momento no podía ser más imperfectamente perfecto. Abrazos interminables y miradas cómplices, palabras que quedarán por siempre en el alma. Dicen quienes saben por las canas que la vida es demasiado corta como para desperdiciar una oportunidad de disfrutarla. Y Mica, Josi y sus invitados habían aprendido bien esa lección, saludaron a todos, hasta el último y recién allí decidieron entrar al salón. Todos corrieron, pero no por la lluvia, que hacía rato ya había dejado de incomodarnos, sino porque creo yo que en aquellos pasos largos pudieron expresar un poco de toda la alegría que los invadía.


 








 

Como era de esperarse los planes cambiaron, todo lo que se iba a llevar a cabo afuera se trasladó al interior del salón para iniciar con la recepción y cuando finalmente la lluvia cesó, pudimos salir a hacer fotos. Luego el sol se hizo presente y nos invitó a volver al plan original. Sin embargo, el día repitió la secuencia de lluvia y sol dos veces más, por lo que todo el equipo y los amigos colaboraron incansablemente en movilizar todo lo que estaba preparado de aquí para allá. Y es que los planes siempre cambian, porque la vida no es estática, pero qué sería de nosotros sin esos que se animan a acompañarnos y poner todo de sí para fluir con una sonrisa en medio de los cambios.


 








 

Los novios recuerdan que la fiesta concluyó justo cuando la tormenta prorrumpió con su mayor intensidad. Estábamos en el muelle tomando fotos, de repente el cielo se desgarró y terminó por deshacer definitivamente todo lo que estaba planificado. Sin embargo, porque dicen que lo mejor sucede cuando menos lo pensamos, aquel fue un momento inolvidable. Las últimas fotos, el vestido lleno de barro, los pies descalzos, el alma fresca, el tiempo imparable, la felicidad eterna.



"Pero antes de correr, decidimos bailar y disfrutar, porque el secreto está en cómo cada uno decide vivir la tormenta, y nosotros decidimos LA PLENITUD"

by Mica Pucheta


 




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